viernes, 1 de junio de 2007

Mujer a prueba de llanto


La ejecutiva debe ser perfecta. en su mundo no hay imprevistos. A menos que su maletín, lleno de afeites y aparatos, nunca cierre.
La ejecutiva tipo es una mujer de perfección robótica, eficiente, impersonal y de total asepsia emocional. No debe mostrar debilidades ni defectos, porque pudieran tener alto costo en una de sus negociaciones. Y no se sabrá nunca si es madre o si va a la terapia de pareja. Su corazón no existe. La imagino preparando la valija y llorando a solas, para convencerse de su humanidad.La ejecutiva tiene una maleta rígida, de marca, original por supuesto; una maleta que pudiera parecer un objeto de lujo. Nada más distante de la realidad. Hasta hace poco equivalía a vestir un Barbour inglés, que mostraba clase, elegancia. Hoy, es un objeto indispensable para la mujer de mundo que va en pos de sus negocios y que tiene que viajar impecable. Una maleta jumbo resguarda todas las garantías materiales y emocionales que ella pueda necesitar. Contiene alrededor de 40 kilos de objetos de los cuales no puede prescindir al dejar su oficina, su casa y su vida, por un día o por tres meses. Da lo mismo. ¿Y qué cosas puede llegar a necesitar una argonauta para cumplir con los mínimos cánones que su imagen exige? Las respuestas a esta pregunta son infinitas. Necesita trasladarse con todo, ya que no guarda únicamente su imagen, sino también la de su empresa o la de una Trade Mark. Los ejecutivos deben hacer lo mismo, pero lo consiguen con un maletín en el cual llevan el cepillo de dientes, dos pares de calcetines, una camisa y un par de calzoncillos entre los documentos importantes. ¿Cómo lo logran? Es un misterio.A compresión, en la maleta están los elementos más visibles que estructuran el prototipo de la ejecutiva: todos los trajes que pueda exigir el día, en distintos horarios, latitudes, longitudes, temperaturas, presiones atmosféricas y circunstancias variables. Y esto por cada día de su permanencia. Quién sabe: para el desayuno de negocios algo casual. Al city tour: con algo más deportivo. El almuerzo ejecutivo exigirá más elegancia y dependerá del restaurante al que vaya. Por la tarde, a las citas para cerrar los negocios: traje sastre. Vestido de noche para el cóctel. Sin mencionar la cena, la vuelta por los clubes o por el bullicio de la urbe. Este vestuario reunido ya implica una carga seria, sin haber tomado en cuenta aún calzado, carteras, accesorios, maletines, maquillajes y perfumes correspondientes. En la maleta hay otros elementos menos visibles, pero que son la materia prima de su escultural presencia. Pueden llegar a ser mil adminículos, multiplicados por el nivel de inseguridad que, como es obvio, no puede darse el lujo de mostrar.A saber: dentro de ese insondable pozo, pueden encontrarse el secador de cabello, porque el del hotel, aunque cinco estrellas, nunca es potente; la plancha de pelo, la plancha de ropa. La mascarilla facial, los ruleros, el rizador de pestañas. La esponja reductora. El CD del entrenamiento físico de las seis de la mañana. Sales de baño para una deliciosa tina. La crema de cuerpo, la de cara y cuello, la de ojos, el autobronceador, el desodorante, la anticelulitis, las vitaminas, los relajantes. El champú, el enjuague, la crema para peinar y los cinco cepillos de diferente tamaños y tipos de cerda. El tratamiento de pelo. La loción de manos. La serie de fármacos para los dolores, los resfríos, control de la presión, antiácidos.Gorra de baño. Un retoque para el tinte de cabello. El kit para la manicura. Costurero portátil. Cincuenta medias de seda de repuesto porque esas se rompen siempre. La depiladora, la rasuradora. Las fajas, diez tipos de sujetadores para cada escote. Bragas variadas. Enjuague bucal, dentífrico, cepillo de dientes. Jabón de pH neutro. Desmaquilladoras y crema de noche. Para conciliar el sueño, la almohada que la acompaña desde niña. El pijama de seda. El set completo de aromaterapia. El transformador de corriente para todos los aparatos. Cepillo de ropa. La música. El CD para el relajamiento. El libro de cabecera. Los tampones, los protectores diarios, los absorbentes. Los chocolates, las galletas con fibra, entre otras cosillas más.Ella sabe bien que todo aquello que porta consigo puede comprarlo donde vaya. Pero se trata de otra cosa. De estar siempre lista. Días extra de trabajo, cambios de clima, retrasos en los vuelos o lo que fuere, está previsto allí dentro. Y, en el fondo, una ejecutiva no puede andar por allí comprando absorbentes o cremas para las patas de gallo sin descomponer la figura. Cuando la ejecutiva se desfoga, sale de tiendas. Las compras, sea cual sea su volumen, deberán entrar en su maleta que ya estaba repleta cuando partió. Así termina, montada sobre la valija en una lucha cuerpo a cuerpo, despeinada, sudorosa y soltando una retahíla de palabrotas.

Martha Ormaza

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