domingo, 11 de febrero de 2007

Legalizar las donaciones (por Gemma Lienas)

Entro en la web MatchingDonors.com, que tiene como objetivo incrementar el
número de transplantes de órganos para salvar vidas. El texto de bienvenida reza:
“Más de 80 personas sólo en los Estados Unidos están en lista de espera para
ser sometidas a un transplante de órganos, y cada día mueren 17 sin haberlo
conseguido. Si alguna vez usted ha pensado en donar un órgano o si usted
necesita un transplante, MatchingDonors.com desea ponerlos a ambos en
contacto.”
Aparentemente, según lo que dice la página inicial, no se trata de un negocio
sino de un asunto de buena voluntad: tú quieres dar un trozo de tu intestino, otro
necesita unos centímetros de colon y los de MatchingDonors, haciendo honor a
su nombre, os presentan. En un espacio a la derecha de la web puedes hallar un
listado de categorías según los órganos requeridos: riñón, páncreas, hígado,
corazón... Y si pinchas en una de esas categorías, accedes a los nombres de las
personas, y puedes saber qué parte del cuerpo necesitan, dónde viven, su edad,
etcétera.
Cuesta imaginar que todos los implicados -los que buscan, los que donan y
los que presentan- lo hagan con el espíritu de la Madre Teresa de Calcuta; más
parece que hay gato encerrado o negocio encubierto. En realidad, no sería ni el
primer caso ni el último… Eso mismo pensaron en el hospital donde debía
llevarse a cabo un transplante de riñón a un hombre que lo había obtenido por
ese procedimiento. Lo tuvieron sobre ascuas durante los días en que se negaron
al transplante; no estaban seguros de la legalidad del método de obtención del
riñón. Finalmente han decidido que sí, que lo van a operar.
A mí, la verdad es que me han quitado un peso de encima, sobre todo como
posible futura donante. Porque imaginemos que me encuentro en una situación
de penuria económica extrema y tengo que buscarme la vida. Se me ofrecen las
siguientes posibilidades: 1. Vender los entresijos de mi vida familiar a un
programa de tomate de la televisión. 2. Vender mi sexo ejerciendo como
prostituta en alguna calle de la ciudad o en algún puticlub. 3. Venderme un
pulmón o un trozo de hígado.
Francamente, mi intimidad es mía y me la administro yo. Así pues, ni me viene
en gana airear las cuestiones familiares en la pequeña pantalla ni me apetece
irme a la cama con unos cuantos señores al día. O sea que me quedo con la
tercera opción. Al fin y al cabo, actualmente la cirugía está muy avanzada y
seguro que mi salud corre menos riesgos que la de las putas que practican el
sexo sin poder usar condones.
Ahora sólo me falta intentar convencer a alguna comisión ética para que
proponga la legalización de las donaciones de órganos vivos. Las personas que
queremos realizar esta actividad, deberíamos poder disfrutar de seguridad social,
baja por enfermedad y jubilación. ¿O no?

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