Entro en la web MatchingDonors.com, que tiene como objetivo incrementar el
número de transplantes de órganos para salvar vidas. El texto de bienvenida reza:
“Más de 80 personas sólo en los Estados Unidos están en lista de espera para
ser sometidas a un transplante de órganos, y cada día mueren 17 sin haberlo
conseguido. Si alguna vez usted ha pensado en donar un órgano o si usted
necesita un transplante, MatchingDonors.com desea ponerlos a ambos en
contacto.”
Aparentemente, según lo que dice la página inicial, no se trata de un negocio
sino de un asunto de buena voluntad: tú quieres dar un trozo de tu intestino, otro
necesita unos centímetros de colon y los de MatchingDonors, haciendo honor a
su nombre, os presentan. En un espacio a la derecha de la web puedes hallar un
listado de categorías según los órganos requeridos: riñón, páncreas, hígado,
corazón... Y si pinchas en una de esas categorías, accedes a los nombres de las
personas, y puedes saber qué parte del cuerpo necesitan, dónde viven, su edad,
etcétera.
Cuesta imaginar que todos los implicados -los que buscan, los que donan y
los que presentan- lo hagan con el espíritu de la Madre Teresa de Calcuta; más
parece que hay gato encerrado o negocio encubierto. En realidad, no sería ni el
primer caso ni el último… Eso mismo pensaron en el hospital donde debía
llevarse a cabo un transplante de riñón a un hombre que lo había obtenido por
ese procedimiento. Lo tuvieron sobre ascuas durante los días en que se negaron
al transplante; no estaban seguros de la legalidad del método de obtención del
riñón. Finalmente han decidido que sí, que lo van a operar.
A mí, la verdad es que me han quitado un peso de encima, sobre todo como
posible futura donante. Porque imaginemos que me encuentro en una situación
de penuria económica extrema y tengo que buscarme la vida. Se me ofrecen las
siguientes posibilidades: 1. Vender los entresijos de mi vida familiar a un
programa de tomate de la televisión. 2. Vender mi sexo ejerciendo como
prostituta en alguna calle de la ciudad o en algún puticlub. 3. Venderme un
pulmón o un trozo de hígado.
Francamente, mi intimidad es mía y me la administro yo. Así pues, ni me viene
en gana airear las cuestiones familiares en la pequeña pantalla ni me apetece
irme a la cama con unos cuantos señores al día. O sea que me quedo con la
tercera opción. Al fin y al cabo, actualmente la cirugía está muy avanzada y
seguro que mi salud corre menos riesgos que la de las putas que practican el
sexo sin poder usar condones.
Ahora sólo me falta intentar convencer a alguna comisión ética para que
proponga la legalización de las donaciones de órganos vivos. Las personas que
queremos realizar esta actividad, deberíamos poder disfrutar de seguridad social,
baja por enfermedad y jubilación. ¿O no?
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